Sonntag, 19. August 2012

Bodegón con un cubo de basura


Les presento la traducción de otro relato de Aleksei, esta vez sobre las peripécias de la vida familiar. 


Bodegón con un cubo de basura.
¿Quién tiene que sacar la basura en una familia normal?
Para Elena era obvio que lo tiene que hacer Igor. Esperó hasta que Igor regresara del trabajo, lo recibió en la puerta con la sonrisa cariñosa para atenuar el golpe y le entregó el cubo. Igor corcoveó, empezó a terquear, tirar coces e incluso se desbocó.
Elena, estoy cansado —dijo —. No voy a ir.
Elena consideró su rechazo como una obstrucción minuciosamente planeada y hasta como un hecho atentatorio de cierta manera. Dijo que el cubo de basura estaba esperando a que él regresara e Igor estaba obligado a sacarlo a pasear. Si no va a ser Igor, ¿entonces quién?
—¿Y tú no lo podías sacar? —preguntó Igor —. Estás en casa todo el día, ya hubieras podido ir tú misma hace tiempo.
Elena se indignó: ¿cómo Igor puede decir esas cosas? Su única esposa está en casa enferma en la cama, con constipación y dolores de cabeza que cesan sólo cuando en la televisión pasan la telenovela, pero él se atreve…
—¡Hace frío afuera, estoy enferma! —declaró ella —. ¿Quieres que me resfríe todavía más?
—¡Ponte algo! —desvió Igor —. Mira, aquí está el abrigo de piel. Aquí están las botas. Son sólo cien metros hasta los contenedores de basura.
—¿Y para ti es difícil caminar estos cien metros? —preguntó Elena. —Si no estuviera enferma, hubiera sacado yo sola la basura, ¡podría estar sacándola cada veinte minutos!
—Pero estás enferma —concluyó Igor —, y en lugar de sacarla cada veinte minutos me sacas de quicio y me calientas la cabeza.
Elena dijo que esto no le va a dañar porque su cabeza no tiene ningún contenido, en el cubo se acumuló más inteligencia de lo que Igor jamás tuvo. Igor dijo que no iba a ir a ningún lado, que ya se había quitado los zapatos y tenía la intención de participar activamente en el destino del plato con la sopa. Elena le respondió que en este caso Igor preparara la sopa, a fin y al cabo tenía que hacer algo útil en todo el día. En este momento en el pasillo entró el gato Barsik y empezó a maullar desde debajo del estante de zapatos, él también quería expresar su punto de vista sobre el asunto. Desde el punto de vista de Barsik sacar el cubo de basura, este pozo inagotable de exquisiteces, era simplemente un delito, Barsik requería que el cubo se quedara en la cocina y fuera accesible a su actividad buscadora durante toda la noche. Sólo el cubo se quedaba prudentemente callado sin meterse en el conflicto, le daba totalmente igual a favor de quién se inclinaría la balanza.
—¿Entonces soy yo quien tiene que hacer todo el trabajo de casa? — gritaba Elena en un arranque de cólera — ¡Tú vienes aquí sólo para comer y dormir! ¡Te lo pedía con respeto, pero tú…!
—Déjalo hasta mañana —se defendía Igor —. No va a escapar a ningún lado. Mañana voy al trabajo y lo saco.
—Allá están las cáscaras de los huevos —dijo Elena —. Durante la noche se van a pudrir y van a oler mal. Y además, ahora viene mamá y va a ver que tenemos la basura en casa. ¿Qué va a pensar?
Igor dijo que no tiene ni idea, conoce a la mamá de Elena tan solo desde hace un año. En un período de tiempo tan corto es difícil conocer la manera de pensar de una persona, sobre todo si uno intenta con todas las fuerzas evitar su compañía. Pero Elena conocía a su mamá ya desde hace veinticuatro años y dijo que su mamá definitivamente va a concluir que ella, o sea Elena, no cuida bien el hogar, lo que va a afectar de manera dañina a toda la familia, incluyendo a Barsik.
—¡Deja de maullar! —dijo Elena a Barsik —. Ve al sofá y quédate tirado allá en silencio.
Igor dijo que puede sustituir a Barsik e ir al sofá. Elena dijo que no, que Barsik sabría cumplir su tarea solo, mientras que a Igor todavía le espera el cubo de basura. Igor volvió a rechazar, se fue a la cocina con ostentación y metió su nariz en el refrigerador. El escándalo se estaba ahogando, Elena entendió que hacía falta un viraje nuevo, inesperado, que provocaría el desarrollo más dinámico del argumento. Tomó un plato del estante y lo arrojó contra el suelo, los pedazos estallaron por toda la cocina. El plato estaba condenado desde hace mucho tiempo, nunca le gustaba a Elena, pero nunca se presentaba la ocasión para romperlo. Ahora por fin el plato sirvió para un buen fin – Igor se estremeció, sacó su nariz del refrigerador, miró a su esposa y pregunto si había perdido el seso.
—No, no he perdido el seso —dijo Elena —. Saca la basura.
—¡No voy a ir a ningún lado! —chilló Igor — Ya me quité la ropa. ¿A dónde voy a llevar ahora este cubo?
Elena respondió que no le importa – si quiere, lo puede botar a la ventana, pero la basura tiene que estar fuera de la casa.  Entonces Igor aspiró ruidosamente un metro cúbico del aire, le salió un sonido “Grrrrrr!”, agarró el cubó, lo llevó al balcón y lo vació a la calle.
—¿Así está bien? — preguntó — ¿Ahora puedo descansar por fin?
Elena se indignó. Pensaba que se había casado con un príncipe azul, incluso la luna de miel no demostró ningún defecto en su moralidad, pero ahora resultó que todo era sólo una máscara debajo de la cual se ocultaba un cochino empedernido. La propuesta de arrojar la basura a la ventana era simplemente una metáfora, incluso Barsik lo hubiera entendido. Inmediatamente resultó que a Igor también se le acumularon pretensiones para Elena, por supuesto sin fundamento, pero las defendía a capa y espada como un imbécil defiende sus convicciones. Se echaron a aclarar quién tenía menos razón cuando timbraron a la puerta. Elena abrió – en la puerta estaba su mamá toda salpicada con cáscara de huevo y patatas como un arbolito de Navidad sacado del basurero.
—Imagínense —dijo la mamá con resentimiento en la voz —estaba caminando y de repente ¡me cae la basura encima!
Elena lanzó un ay, Igor abrió la boca para mugir algo pero no encontró sonidos apropiados.
—¡Pero qué vecinos tienen ustedes! — dijo la mamá quitándose el abrigo —. No tengo palabras.
Elena asintió con la cabeza mostrando su comprensión y dijo:
—¡Dámelo, lo voy a limpiar!
Igor añadió:
—Pero cómo pudo usted… tan sin cuidado…
—¡Así! —la mamá hizo un gesto desamparado —. Ves, Igorito, es como la Edad Media, ¡botan la basura de las ventanas! ¡Menos mal que no vaciaron un orinal!
—Voy a hacer un té —murmuró Igor y se escapó a la cocina para ruborizarse allá tranquilamente. Elena tomó el abrigo y el gorro de su mamá y se fue a reculones al baño, también tenía vergüenza. Sólo Barsik se sentó en medio del pasillo y se puso a contar a la mamá las últimas novedades. La mamá lo tomó en sus brazos y lo llevó al cuarto, al sofá para rascarle detrás de su oreja.
Unos minutos después volvió Igor con una tetera y tazas, después sobre la mesita del centro aparecieron una azucarera, un paquetito con caramelos y una ensaladera llena de sushki. La hospitalidad del yerno le sorprendía mucho a la suegra, pero intentaba disimularlo. Entró Elena – tan roja que hasta la remolacha podría sentir envidia del color de su cara. Elena elogió a Igor:
—Qué buen chico, ya ha servido el té —dijo ella —. Mamá, toma el té, voy a barrer en la cocina. He dejado caer un plato.
En la noche, después de haberse despedido de la mamá, Elena dijo:
—Te voy a matar —pero lo dijo sin ningún rencor.
Igor estaba sentado en el sofá. Entendió inmediatamente que nada amenazaba su vida, pero por si acaso bajó la mirada y se puso a estudiar un hueco en su media.
—Eres un cerdito —dijo Elena, sentándose a su lado.
Igor empezó a gruñir y buscar bellotas con el hocico en el cabello de Elena. Ella soltaba risillas y lo empujaba.
—Déjalo —decía ella —. ¡Déjalo ya! ¿Y no lo hagas más, entendido?
Con algún inexplicable sexto sentido Igor percibió que no se trataba de bellotas, sino de la basura y del obedecer a la esposa en general. Hizo un gruñido de acuerdo y volvió a meterse en el cabello, encontró allá la oreja, fingió que la tomó por un champiñón y empezó a mordisquearlo.
—Eres un cerdito —repitió Elena. Por su tono de voz Igor entendió que sí, por supuesto es un cerdito, pero uno amado. No todos los cerditos tienen tanta suerte en la vida, en una situación así muchos otros cerditos ya se  hubieran convertido en carne molida.
Prometió que no lo volvería a hacer. Elena le empujo con el dedo en las costillas e Igor comprendió que estaba completamente perdonado.
Me permitiré discretamente obviar aquello que hicieron el resto de la noche.

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