Montag, 9. Juli 2012

Совещание/ La reunión


Совещание/ La reunión

По просторам сети уже гуляет «Совещание» на английском, немецком, итальянском, польском и, наверняка, еще каких-то языках. Теперь будет и на испанском! Большое спасибо Алексею за разрешение сделать перевод и разместить его здесь!
Оригинал тут.

Tengo el agrado de presentar un relato de Aleksei Berezin, un blogger reconocido que vive en Rusia. Sus cuentos son bastante populares en la comunidad virtual rusa, las versiones originales las pueden encontrar en la página de Aleksei: http://alex-aka-jj.livejournal.com. Ahora llegó el momento de expandir el círculo de sus lectores! Espero que les guste y también espero poder subir pronto otras traducciones.


La reunión.

El martes el señor García  vino a la reunión. Allá le comieron el coco: sacaron el cerebro, lo repartieron en platillos y se pusieron a masticarlo, saboreándolo y expresando su aprobación de todos los modos posibles. El señor Casiliebre, el jefe del señor García, había distribuido con prevención las cucharillas de postre a todos los presentes. Y todo empezó.
—Colegas—dice la señora Zanahorias—, una tarea de gran escala se planteó ante nuestra organización. Nos fue asignado un proyecto a realizar, en el marco del cual tenemos que trazar unas líneas rojas. ¿Estan dispuestos a echar esta tarea sobre sus espaldas?
—Claro—dice el señor Casiliebre. Él es director y siempre está dispuesto a echar un problema sobre las espaldas de sus subordinados. Sin embargo, pregunta:
— ¿Somos capaces de hacerlo, no?
El jefe del departamento de dibujo, señor Mochilón, asiente apresuradamente con la cabeza:
—Sí, claro. Justo ahora tenemos delante de nosotros a García, es nuestro mejor especialista en el ámbito de dibujar líneas rojas. Lo hemos invitado con intención a esta reunión para que nos exprese su opinión perita.
—Mucho gusto—dice la señora Zanahorias—. Bueno, todos ustedes me conocen. Y ella es Elenita, la especialista en diseño de parte de nuestra organización.
Elenita se pone roja y sonríe tímidamente. Acaba de licenciarse en la facultad de economía y tiene que ver con el diseño igual como un ornitorrinco con la proyección de dirigibles.
—Entonces—dice la señora Zanahorias—, tenemos que dibujar siete líneas rojas. Todas ellas tienen que ser estrictamente perpendiculares y además algunas las tenemos que dibujar en verde y algunas en transparente. ¿Qué opinan, es posible?
—No—dice el señor García.
—No hagamos respuestas apresuradas, García—dice el señor Mochilón—. La tarea está planteada y la tenemos que resolver. Al fin y al cabo usted es un profesional. No nos dé razones para pensar que no lo es.
—Miren—se pone a explicar el señor García—, el término “línea roja” sobreentiende que el color de la línea es rojo. No es que sea imposible dibujar una línea roja con el color verde, pero se acerca mucho a lo imposible...
—García, ¿pero qué quiere decir “imposible”? ―pregunta el señor Mochilón.
—Simplemente les esbozo la situación. A lo mejor hay gente que padece daltonismo, para la que el color de la línea efectivamente no va a tener importancia, pero no creo que el público meta de su proyecto consista exclusivamente de este tipo de personas.
—O sea, en principio, es posible, ¿le entendemos bien, García? —pregunta la señora Zanahorias.
El señor García se da cuenta de que se pasó la raya con los ejemplos.
—Digamos de manera más simple —dice—. La línea tal como es puede ser dibujada en cualquier color. Pero para tener una línea roja hay que usar sólo el color rojo.
—García, no nos confunda por favor. Acaba de decir que es posible.
El señor García maldice en silencio su locuacidad.
—No, me han entendido mal. Sólo quería decir que en algunos casos, que son extremadamente raros, el color de la línea no va a tener importancia, pero incluso en estos casos la línea no va a ser roja. ¿Entienden? ¡No va a ser roja! Va a ser verde. Y ustedes necesitan una roja.
Se establece un silencio corto en el cual se oye distintamente el zumbido bajo e intenso de las sinapsis.
— ¿Y qué pasa si —una idea cruzó por la mente del señor Casiliebre— las dibujamos con azul?
—No va a salir bien — sacude la cabeza el señor García —. Si dibujamos en azul, va a haber líneas azules.
Otra vez el silencio. Esta vez lo rompe el mismo señor García.
—Además no he entendido ¿Qué querían decir con líneas transparentes?
La señora Zanahorias lo observa condescendientemente como una buena maestra mira a un alumno retrasado.
—Mmm... ¿Cómo le explico?... García, ¿acaso no sabe qué es “transparente”?
—Lo sé.
— ¿Y espero que no haga falta explicarle qué es “línea roja”?
—No, no hace falta.
—Pues eso. Dibújanos líneas rojas con el color transparente.
El señor García se queda inmóvil por un segundo, reflexionando sobre la situación.
—Pero describan por favor cómo tiene que verse el resultado, sean tan amables. ¿Cómo se lo imaginan?
— ¡Garciiiiia por favor!—dice el señor Mochilón— Esto no. ¿Acaso estamos en el jardín de niños? ¿Quién aquí es especialista en líneas rojas? ¿Zanahorias o usted?
—Yo simplemente intento aclarar para mí mismo los detalles de la tarea.
— ¿Pero qué hay aquí para aclarar? —el señor Casiliebre se mete en la conversación— ¿Usted sabe pues qué es línea roja?
—Sí, pero...
— ¿Y entiende qué es “transparente”?
—Por supuesto, pero...
—Entonces ¿qué hay que explicarle? García, por favor, no nos vamos a rebajar a discusiones ineficaces. La tarea está planteada y es clara y definida. Si tiene preguntas concretas, hágalas.
—Al fin y al cabo usted es profesional —añade el señor Mochilón.
—Bueno —consiente el señor García —. Ni modo, dejamos el color. Pero tenían algo con la perpendicularidad, ¿no?
—Sí — confirma la señora Zanahorias solícitamente—. Siete líneas, todas estrictamente perpendiculares.
— ¿Perpendiculares a qué? —pregunta el señor García.
La señora Zanahorias se mete a buscar en sus papeles.
—Ehmm —dice al final—. Pues, o sea... A todo. Entre sí. O ¿cómo se llama?... No lo sé. Pensaba que usted es el que sabe cómo pueden ser las líneas perpendiculares —dice ella finalmente y sale del apuro.
—Pero claro que él sabe —agita los brazos el señor Mochilón. — ¿Somos profesionales o no?
—Solo dos líneas pueden ser perpendiculares —explica el señor García con paciencia—. Las siete no pueden ser perpendiculares una a la otra simultáneamente. Se aprende en las clases de geometría, en la escuela secundaria.
La señora Zanahorias sacude la cabeza para echar el fantasma de la educación escolar, olvidada hace mucho tiempo, que se vislumbró delante de sus ojos. El señor Casiliebre palmea contra la mesa:
—García, por favor sin estas cosas... “escuela secundaria, escuela secundaria”. Vamos a ser corteses uno con otro. No vamos a haces alusiones y rebajarnos a ofensas. Vamos a mantener el diálogo constructivo. No son los idiotas quienes se reunieron aquí.
—Lo mismo pienso yo —dice el señor Mochilón.
El señor García se acerca una hoja de papel.
—Bueno —dice—. Les voy a dibujar. Aquí está una línea. ¿Vale?
La señora Zanahorias asiente con la cabeza.
—Dibujemos otra... —dice el señor García—. ¿Es perpendicular a la primera?
—Mmm....
—Sí, es perpendicular.
— ¡Ya ven! —exclama la señora Zanahorias con alegría.
—Espere, esto no es todo. Ahora dibujamos la tercera. ¿Es perpendicular a la primera?
Todo el mundo está callado, pensativo. Sin recibir la respuesta, el señor García mismo contesta:
—Sí, es perpendicular a la primera. Pero no cruza la segunda. Es paralela a la segunda línea.
Se establece un silencio. Después de un rato la señora Zanahorias se levanta de su silla y al contornear la mesa se acerca al señor García por la retaguardia, mirando por encima de su hombro.
—Pues... —pronuncia inseguramente—. Tal vez sí.
—Ahí está la cosa —dice el señor García, intentando consolidar el éxito logrado—. Mientras haya dos líneas, estas pueden ser perpendiculares. Cuando haya más...
— ¿Me pueden pasar el bolígrafo? — pide la señora Zanahorias.
El Señor García le da el bolígrafo. La señora Zanahorias cautelosamente traza unas líneas inseguras.
— ¿Y si lo hacemos así?
El señor García suspira.
—Esto se llama triángulo. No, estas no son las líneas perpendiculares. Además son tres y no cinco.
La señora Zanahorias aprieta los labios.
— ¿Y por qué son azules? —pregunta el señor Casiliebre de repente.
—Sí, por cierto —le apoya el señor Mochilón—. Yo también lo quería preguntar.
El señor García pestañea unas veces mirando el dibujo.
—Mi bolígrafo es azul —dice al final—. Simplemente quería demostrar...
— ¿Pero tal vez tenga que ver con eso?— interrumpe impacientemente el señor Casiliebre con el tono de voz de alguien quien acaba de entender un concepto complicado y le urge compartir su conocimiento con los demás antes de que pierda la idea—. Tiene líneas azules. Dibuja las rojas y vamos a ver que saldrá.
—Saldrá lo mismo —dice el señor García con seguridad.
— ¿Pero cómo lo mismo? —dice el señor Casiliebre— ¿Cómo puede estar seguro si no lo ha probado? Dibuje las rojas y veremos.
—No llevo un bolígrafo rojo encima —confiesa el señor García—. Pero con plena seguridad le puedo...
— ¿Por qué no se ha preparado bien?— dice el señor Mochilón con reproche—. Usted sabía que íbamos a tener una reunión...
—Le puedo asegurar —dice el señor García desesperado— que con el color rojo va a salir lo mismo.
—Pero usted mismo ha dicho la vez pasada —replica el señor Mochilón— que hay que dibujar líneas rojas con el color rojo. Mire, incluso aquí me lo he apuntado. Y ahora las dibuja con un bolígrafo azul. ¿Qué es esto? ¿Líneas rojas según usted?
—Por cierto, sí —hace una observación el señor Casiliebre—. Le he preguntado sobre el color azul. ¿Qué me ha contestado?
El señor García de repente se ve salvado por Elenita que estudia su dibujo con interés desde su lugar.
—Creo que lo entiendo —dice ella— Ahora no está hablando del color, ¿verdad? Esto es sobre ésta, ¿cómo la llama? ¿Perper…algo?
—Perpendicularidad de líneas, sí —le responde agradecido el señor García—. No tiene nada que ver con el color de las líneas.
— ¡Ya! Ya me han confundido definitivamente —dice el señor Casiliebre con la mirada deslizándose de un participante de la reunión hacia otro. — ¿Con qué tenemos problemas? ¿Con el color o con la perpendicularidad?
La señora Zanahorias emite sonidos desesperados y cabecea. Ella también está confundida.
—Con ambos— dice el señor García con voz baja.
—No puedo entender nada —dice el señor Casiliebre estudiando sus dedos entrelazados—. Aquí tenemos la tarea. No necesitamos nada más que siete líneas rojas. ¡Podría entender si fueran veinte! Aquí sólo hay siete. La tarea es fácil. Nuestros clientes quieren siete líneas perpendiculares. ¿Cierto?
La señora Zanahorias asiente con la cabeza.
—El señor Mochilón tampoco ve algún problema —dice el señor Casiliebre—. ¿Tengo razón, señor Mochilón? Ya ve. ¿Qué nos impide cumplir la tarea?
—La geometría —suspira el señor García.
—Entonces, no le haga caso y ya —dice la señora Zanahorias.
Señor García queda callado, reconcentrándose. En su cerebro nacen una por una las metáforas vivas que le ayudarían a hacer llegar a los demás el surrealismo de lo que está pasando, pero desgraciadamente todas ellas, expresadas en palabras, siempre comienzan con la palabra “j****!” totalmente inapropiada en una conversación de negocios.
Cansado de esperar la respuesta, el señor Casiliebre dice:
—García, denos una respuesta simple— ¿lo puede hacer o no lo puede hacer? Entiendo que es un especialista en un ámbito muy restricto y no ve la perspectiva general. ¿Pero no es difícil pues dibujar unas siete líneas? Estamos discutiendo durante dos horas sobre una pamplina y no podemos llegar a la conclusión.
—Sí —dice el señor Mochilón—. Lo único que hace es criticar y decir “¡Imposible, imposible!” ¡Propónganos su solución del problema! Cualquier imbécil puede criticar, perdóneme la expresión. Usted es un profesional, ¿no?
El señor García sentencia, cansado:
—Bueno. Hagamos así – les dibujo dos líneas rojas de cien por ciento perpendiculares y los demás con el color transparente. Van a ser transparentes y no se van a poder ver, pero las voy a dibujar. ¿Les conviene esto?
— ¿Nos conviene?— la señora Zanahorias da vuelta hacia Elenita—. Sí, nos conviene.
—Pero por lo menos un par en color verde —añade Elenita—. Además tengo una pregunta. ¿Se puede?
—Sí —expresa el señor García con la voz apagada.
— ¿Se puede dibujar una línea en forma de un gatito?
El señor García queda callado unos segundos, después pregunta:
— ¿Qué?
—Pues en forma de un gatito. Gatitito. A nuestros usuarios les gustan los animalitos. Sería muy bueno…
—No —dice el señor García.
— ¿Por qué?
—Bueno, por supuesto le puedo dibujar un gato. No soy un pintor pero puedo intentar. Pero no va a ser una línea. Va a ser un gato. Línea y gato son cosas diferentes.
—Gatito —precisa la señora Zanahorias—. No es un gato, es un gatito, así pequeñito, tierno. Los gatos son...
—Da igual —sacude la cabeza el señor García.
—Es totalmente imposible, ¿verdad? —pregunta Elenita, decepcionada.
—García, podría haber escuchado hasta el final —dice el señor Casiliebre irritado—. No ha escuchado hasta el final y ya dice que no.
—He entendido la idea —dice el señor García sin levantar la vista de la mesa—. No es posible dibujar una línea en forma de gatito.
—Bueno, entonces no hace falta —da permiso Elenita—. ¿Tampoco se puede un pajarito?
El señor García levanta los ojos y la mira sin decir nada y Elenita entiende todo.
—Bueno, entonces no hace falta —repite ella.
El señor Casiliebre da un palmazo contra la mesa.
— ¿Dónde nos hemos parado? ¿Qué hacemos?
—Siete líneas rojas —dice la señora Zanahorias— Dos en color rojo, dos en color verde y el resto en color transparente. ¿Sí? ¿He entendido bien?
—Sí —confirma el señor Mochilón antes de que el señor García consiga abrir la boca.
El señor Casiliebre asiente con la cabeza,  contento.
—Pues perfecto... ¿Entonces ya está, colegas? ¿Nos vamos? ¿Hay más preguntas?
—Ay —recuerda Elenita — ¡Tenemos un globito rojo! Diga, ¿lo puede inflar?
—Sí, por cierto —dice la señora Zanahorias —Discutámoslo ahora también para no reunirnos dos veces.
—García —el señor Casiliebre da vuelta hacia el señor García — ¿Lo podemos hacer?
— ¿Qué tengo que ver con el globo? —pregunta el señor García con asombro.
—Es rojo —explica Elenita.
El señor García está callado inexpresivamente, las puntas de sus dedos tiemblan.
—García —vuelve a preguntar el señor Casiliebre, nervioso—. Entonces ¿lo puede hacer o no lo puede hacer? Es fácil la pregunta.
—Pues —dice el señor García cautelosamente—, en principio sí, puedo, pero...
—Bueno —asiente el señor Casiliebre— Vaya allá donde ellos y lo infla. Le pagaremos los gastos de viaje, si hace falta.
— ¿Se puede mañana? —pregunta la señora Zanahorias.
—Por supuesto —responde el señor Casiliebre—. Creo que no habrá problema... Bueno, ¿ahora está todo? Excelente. Hemos trabajado productivamente... ¡Gracias a todos y hasta luego!
El señor García pestañea unas veces para volver a la realidad objetiva, después se levanta y se arrastra hacia la salida. Allá lo alcanza Elenita.
— ¿Puedo pedirle una cosa más? — dice ella, ruborizándose—. Cuando esté inflando el globo... ¿lo puede inflar en forma de un gatito?
El señor García suspira.
—Puedo todo —dice él—. Puedo absolutamente todo. Soy un profesional.





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